Recuerda, cuerpo "Recuerda, cuerpo,
no sólo cuánto fuiste amado,
Hay una reivindicación del cuerpo, que no aparece como cárcel
del espíritu sino como el medio que nos permite comunicarnos.
La mirada, la caricia, son instrumentos para romper el aislamiento,
para llegar a los demás y que ellos lleguen a nosotros.
"Todo transcurría según lo previsto
hasta que Pierre tropezó con el dativo ético o de interés.
No te me vayas por favor, dijo Teresa recalcando el me. Era innecesario
desde un punto de vista lógico, le explicó, sólo
indicaba la implicación del sujeto hablante en el hecho, su necesidad
del otro. Este fragmento pertenece al cuento “El dardo de oro” : ".... Desde la primera noche le había dado
miedo aquella especie de animal que de entre la maraña de pelo
crespo del pubis levantaba de pronto una cabeza pelada, rojiza, sin
ojos y con una pequeña boca húmeda . Le recordaba a las
lampreas, una lamprea que se colaba en su cuerpo y le daba escalofríos.
Durante mucho tiempo había creído que aquellos escalofríos
eran el orgasmo de que Elvira hablaba, y seguramente Luis lo creía
también. Se le agitaba la respiración, sí, y se
estremecía, pero sentía alivio cuando la lamprea se encogía
y volvía a su madriguera. Después del ángel supo
que el placer era otra cosa. Con el ángel todo había sido
distinto. El vello de su cuerpo era de oro bajo el sol, y sus ojos,
azules como el cielo que ella veía , tumbada en la cubierta del
velero. No había sentido temor ni vergüenza, había
acariciado su sexo como se acarician las cosas hermosas, os tulipanes
aún cerrado, los capullos de rosal cubiertos de gotas de rocío.
Pero no era frágil como una flor sino duro y firme y caliente
como un dardo de oro. Ella había sentido su calor penetrando
en su cuerpo, hundiéndose hasta lo más hondo de sus entrañas,
abrasándola en un ardor suavísimo y dulcísimo,
y cuando él se retiraba ella sentía que la vida se le
iba con él y lo apretaba dentro de sí , y ceñía
su cuerpo con el suyo para retenerlo , y entonces él volvía
y ella gemía de placer, y gemía de dolor al sentir que
se iba. Y así una y otra vez , confundida toda ella en aquel
calor y aquella suavidad y aquella dulzura, hasta perder los contornos,
los límites de su cuerpo y del cuerpo del ángel, y todo
era ya luz dorada y azul, y un dardo de fuego y oro uniendo los dos
cuerpos, fundiéndolos con la inmensidad del mar y del cielo....
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